Con los pies fríos no se piensa bien

Esta mañana acabé metida en un blog cuya primera (actual) entrada llamó poderosamente mi atención. Trataba sobre el miedo a hacerse mucho más mayor sin nadie a su lado. Supongo que ese miedo es compartido por todo ser humano al menos una vez en la vida (la menos frecuente) y una vez al día (como máximo, más sería un serio problema). No es que sea experta en estar sola, pero tal vez un poco más en sentirme sola. Mi primera relación empezó a los 15 (a unas semanas de los 16) y continuó hasta cerca de mis 22. Casi 6 años, una relación que podría resumirse en esas palabras: a distancia. No es que no nos viéramos, es que después de tanto tiempo y tantas palabras intercambiadas ella consiguió saber 3/4 partes más de mí que yo de ella y que a pesar de este dato, ella sólo acabó conociendo la mitad de mí misma. En esos casi 6 años me dio tiempo a enamorarme de nuevo, que me rompieran el corazón, que otra persona me atrajera y al final decidiera olvidarme de cosas raras e incluso llegó un día...