Con los pies fríos no se piensa bien

Esta mañana acabé metida en un blog cuya primera (actual) entrada llamó poderosamente mi atención. Trataba sobre el miedo a hacerse mucho más mayor sin nadie a su lado. Supongo que ese miedo es compartido por todo ser humano al menos una vez en la vida (la menos frecuente) y una vez al día (como máximo, más sería un serio problema).
No es que sea experta en estar sola, pero tal vez un poco más en sentirme sola.

Mi primera relación empezó a los 15 (a unas semanas de los 16) y continuó hasta cerca de mis 22. Casi 6 años, una relación que podría resumirse en esas palabras: a distancia. No es que no nos viéramos, es que después de tanto tiempo y tantas palabras intercambiadas ella consiguió saber 3/4 partes más de mí que yo de ella y que a pesar de este dato, ella sólo acabó conociendo la mitad de mí misma. En esos casi 6 años me dio tiempo a enamorarme de nuevo, que me rompieran el corazón, que otra persona me atrajera y al final decidiera olvidarme de cosas raras e incluso llegó un día en el que viví lo que verdaderamente se denomina "relación popi de peli".
Esta última relación empezó meses antes de que terminara con la anterior, aunque en un momento en la que ya la daba por muerta. Esos meses están repletos de batiburrillos emocionales, canciones, lugares, momentos y una estación: invierno. Fue imposible no mirarla, no pararme. Acaparaba toda mi atención y nos embaucamos juntas en un juego que acabó formándose en la gran historia de mi vida. Hace unos días cumplimos 10 meses, 10 desde el primer beso.
Antes de ella, me daba miedo saber que seguramente llegaría a los 50 sin nadie al otro lado de la cama, ahora me da miedo llegar a los 50 y que ella no sea quien se queje por la temperatura de mis pies.
Me da miedo ser consciente de que una relación no solo funciona con ganas de que eso pase, como bien demuestran los ejemplos parejiles que últimamente me han rodeado. Empezando por mí, siguiendo por un amigo el cual ahora está de terapias intentando unir las piezas de un corazón que nunca se había hecho pedazos y que ahora no sabe donde estaba cada parte de sí mismo. Otro caso un poco más lejano de alguien cuya relación iba por el cuarto año y que no dio más de sí y llegando a otro de una pareja en un precioso comienzo de un año y tres meses..simplemente porque una deja de querer a la otra.
Tengo una amiga loca por su novio, llevan tres años y algo y cuando habla de su idea de mañana todo lo forma con él. Ella no dice: quiero montar mi consulta aquí cuando termine la carrera. Ella dice: necesito terminar ya la carrera porque me tengo que ir a vivir con él y empezar a tener hijos antes de hacernos viejos. Planea sus días como si él fuera el fin, y no parte de su camino. Pero, ¿y si él la deja de querer un día?, es tan atroz lo que podría quedar de ella que prefiero imaginar que jamás pasará.
Uno puede estar sólo y no sentirse así. Todos nos podemos sentir sólos aunque estemos felizmente emparejados, al menos en un momento del día, como anoche.

Somos un animal curioso el ser humano, dentro de todo el asco que me genera sería incapaz de querer a otro ser vivo (de la misma o diferente especie) tanto como la quiero a ella, de necesitarla, y de condicionarme tanto el término soledad.

Comentarios

  1. Muchas gracias. =)
    Hace un tiempecillo ya que os leo a tu chica y a ti. ^^

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Algún día algún tipo de maldición caerá sobre los que crean ese tipo de eventos imbéciles, ¡seguro! xDDDDD

    Un saludo y gracias por dejar tu comentario. ^^

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Hazte pajas positivas

Libreta. 4 de junio de 2023.

Querida Yo