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Mostrando entradas de agosto, 2022

Aprieta, pero no ahoga.

CJ tenía unos atardeceres impresionantes. Si miraba a la izquierda veía el azul del cielo cada vez más oscuro, si miraba a la derecha, los tonos anaranjados, a veces rosáceos, del día que se despedía en ese silencio tan cómodo de la urbanización casi fantasma donde N vivía. Se sentaba en uno de los escalones del porche con su pijama de coralina y su bata o su camiseta publicitando cualquier cosa y allí dejaba, durante un breve espacio de tiempo, de rascarse compulsivamente el cuello. Las golondrinas y otros pájaros cruzaban el cielo sumergidas en sus rituales diarios y sus perros ladraban a los que se posaban en alguno de los árboles del patio. Allí sentada dejaba caer su cabeza humeante entre el hueco de sus manos y permitía que el caos fluyera a sus anchas sin importarle una mierda si el mundo tal y como lo conocía terminaba reventando en algún momento de la película.  Bajaba el volumen de esa radio mental que la bombardeaba con las noticias catastróficas de la jornada. La tristeza y