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Libreta. 4 de junio de 2023.

 Las paredes de mi cabeza son diques de contención a punto de reventar. Dos días con migrañas, Diazepam para dormir y alguna que otra lágrima para compensar. Por suerte, tengo el coche. He metido en mi totebag verde Matcha mi toalla a rayas blanca y mostaza, protección solar, un libro empezado y esta libreta. Al hombro, una sudadera que en breve tendré que ponerme y, ante mis ojos, un mar revuelto que huele diferente.  Un avión cruza el cielo dirección Sol, a mi izquierda una pareja tumbada impasibles a esta brisa fresquita y, a mi derecha, tres amigos con una guitarra tocando temas en inglés, de tranquileo.  Aquí, no siento los diques. En el horizonte imagino que no hay nada más, que todo acaba y que allí, nada importa.  Solo paz. Necesito paz. Estoy perdida.

White Noise

Escucho un zumbido tan hueco que aparta a su paso. Ya no puedo atender las conversaciones de las personas que me invaden, ni de las que me rodean. Sonrío, asiento y, ante las caras de incertidumbre, me escondo antes de tener que explicar que no estoy entendiendo de qué va el cuento.  A veces los pájaros superponen sus cantos sobre la gente bien del barrio obrero , camino con las manos en los bolsillos y los ojos en los aviones que garabatean el cielo. De bonito se empañan mis dedos y se secan los párpados, el zumbido deja de ser ruido y se convierte en el azul infinito sobre mi cabeza.  He perdido la voz. Ya no canto con el pecho, he dejado los susurros para otros tiempos y ya no discuto. Joder, ya ni siquiera discuto. Los labios están cosidos en desaires, los argumento ya no pesan ni los encuentro en la maraña de mi pelo.  A veces floto en el tiempo y reconozco las dudas en ese pozo negro que eran sus ojos mirando la televisión apagada. Mi padre sentado en la cama, con la cabeza pesan

Domingos

Los domingos por la tarde siempre han me han sonado como el video de Muscle museum de MUSE. Los pájaros han dejado de cantar hace unas horas y en este silencio solo hay espacio para la desidia. El scroll infinito en redes me ha vuelto a llevar a ese punto de mareo como la que se baja de un barco después de una larga travesía o la que se pone a leer en un coche en marcha.  He estado muchas veces triste, un montón de veces he tenido paradas en boxes y he podido ser consciente de estar jodida, pero siento que cada vez que paro, la movida es más tocha y mi cuerpo está más cansado. No sé si serán los años o la acumulación del rodamiento, pero sin estar en guerra, tengo ganas de volarme la tapa de los sesos.  Prometo que estoy trabajando por mantenerme a flote y, aunque no vaya nada conmigo, estoy tan a la desesperada que he pedido esa mano que me ayude a llegar a la orilla. A veces pienso que no merece la pena, que he perdido el ritmo y el compás y que me autoconvenzo para seguir otro po

Hola, casa

El sol en febrero La risa de mis amigas El ronroneo de Sombra cuando amanece Los pijamas eternos del domingo El olor a ropa limpia al tender  Forrar los libros en septiembre El olor a leche hirviendo   Los cumpleaños en el burger El olor a libro nuevo Y el vacío cuando se acaban  La bata de mi madre El bocadillo de Nocilla para merendar Las canciones de la radio  El nórdico sin ropa  Sentir casa en tantas cosas Mirarte dormir a cualquier hora Querer a tus gatos  Fluir  y Courage , o al revés Hacerte reír cada vez que puedo Hacerme grande cada vez que lo consigo Colar la mano por tus bragas Agarrar tu espalda en cada orgasmo Y tu cara en cada beso Abrazar tus dudas Y contarte mis miedos Celebrar tus logros  Ser tú la primera a la que contar los míos Compartir lo que duele y lo que repara Merecernos, con todas sus letras Desatascarte el fregadero Conocer a tu abuelo Querer hablarle a mis nietos de ti Y que me corrijas el cuento Sumarnos y que nos falten dedos Querernos bien Sentir casa e