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Mostrando entradas de 2021

Inflexión y deconstrucción

Llegado al ecuador del último mes del año no sé cómo sentirme. Me consuela (en verdad, no) que muchas personas se sientan igual o peor con este segundo año de mierda consecutivo a nivel mundial. 2021 queda guardado en mi cronograma vital del mismo color que 2018, 2014, 2011, 2006. Esos años que parecen pozos por donde te asomas y algo te empuja (Spoiler: LA VIDA) y vas cayendo a una oscuridad indeterminada que pronto te deja a ciegas mientras notas la humedad en los huesos, la temperatura bajando y el miedo de no saber cuánto más lejos se encuentra el fondo, que parece que llega, pero no. La primera vez que tuve un año pozo convertido en inflexivo tenía tanto miedo que hice malabarismos para sostenerme por las paredes antes incluso de que la oscuridad total se hiciera evidente. Poco a poco, sumando años, cuando el fenómeno crisis existencial ha tocado mi puerta, he ido dejándome caer cada vez más como el que se deja morir un poco para ver qué pasa. Aunque llamarlo "dejarme caer&qu
El sol de otoño en el deshielo, a través del cristal. Azules despejados y un gato sobre mis piernas. Siento la amabilidad del tiempo muerto, de los brazos como paréntesis arropando prioridades.  Con los dedos dibujas gorriones en el pecho que me llevan lejos, fuera del tiesto, fuera del cuerpo y a la vez tan dentro que descubro otro casi sin quererlo.  Saco la bandera blanca y abandono esa casa del árbol en la que me había atrincherado. Flota el cansancio de otras batallas, suelto el fusil junto a la ropa y mojo mis huesos con esos cuentos que cuentan cosas y repito y vuelvo a repetir y otra vez más porque resuena la vida en braille y allí me dejo vivir a ratos.  Y broto y crezco y revolotean por la azotea esos pájaros que vuelan con barro en el pico preparando sus inviernos. Rescato de las cenizas nidos y de tu pelo biznagas.  Susurros de viento hacen espuma de sal entre los cuerpos que se juntan como cuando echas de menos, y en un suave retroceso, los párpados se besan para que no se

Re-sentimiento

Mi padre nació en febrero del 61. Sé que no era el pequeño ni el mayor de sus hermanos, pero tampoco podría señalar su posición dentro de su familia. Todos sus hermanos hombres, menos uno, son alcohólicos al más estilo español, al igual que su padre, mi abuelo. Él nunca habló de su padre, tampoco habló de su madre. Mi padre realmente no hablaba de nada que implicara un recuerdo emocional asociado a un momento de su vida o a una persona. Sé que de pequeño era rubio por una foto de comunión que guardaba en casa, pero tampoco he visto ni escuchado nada más sobre él hasta que conoció a mi madre.  La historia de cómo conoció a mi madre sí que la recuerdo contada de su boca. Fanfarroneaba orgulloso de cómo bajó a la feria y se apostó con sus amigos una botella de loquesea  a que se ligaba a mi madre en los coches locos. Y ganó.  De pequeña jugaba a peinar a mi padre, a veces incluso lo afeitaba. En una mano él sostenía una cerveza y mientras veía la tele, yo mojaba el peine en agua e intenta

Another brick in the wall

Mi madre tiene en casa un jarrón con un par de montones de arena de playa de dos colores diferentes y sobre la arena, piedras. El primer montón tan del sur y el segundo tan del norte. Mi madre me pide arena de la vida que llevo y piedras que adornen esos años. Y yo le traje arena de Asturias, arena de Cádiz, piedras de Almuñécar. Ahora miro el jarrón que guarda momentos desde hace casi 10 años y me siento tan rara como desbordada mientras que ella lo admira como lo hace conmigo: Tan mezclada de vida que no todo parece tan mal como yo (a veces) lo veo. Llevo semanas llenándome de palabras que no digo, se cuelan y resbalan hasta los dedos de los pies, suben por las rodillas, se combinan entre ellas algunas letras que cambian sus significados y las tildes se me clavan por las tripas. No se borran ni se tachan y han empezado a tocar órganos vitales mientras aprieto y aguanto y camino con un peso que resuena como una hucha de barro llena de calderilla. Procesar y gestionar en negrita ent

21 Septiembre

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21 Septiembre 2015 Hace unos días, cuando hice esta foto, en lo único que pensaba es en lo que le gusta a mi abuela el azul del cielo y lo que me hubiera encantado tenerla justo en ese momento al lado para hacerle mirar. El mismo día subí la foto y no había azul, y no era porque quedara bonita. Sé que a mi abuela le encanta el cielo despejado porque cada mañana, durante unos 20 minutos de espera al autobús, es capaz de levantar la mirada, sonreír y soltar su "mira qué azul tan bonito tiene el cielo" una media de diez veces. Y yo, que tengo la suerte de verla disfrutar de ese momento tantas veces en una sola mañana, prefiero mirar su expresión y su instante de felicidad compartida conmigo. El Alzhéimer convierte en desconocidos tanto al que lo padece como a sus familiares. El día que ya no nos reconozca ni atine a darnos el nombre correcto será un día gris, pero nunca tanto como el día en que la ves por primera vez perdiendo su vida por momentos. La vida no para de enseñarnos

Mute.

Recopilar información. Soltar. Sacudirme. Reventar.  Llorar si pienso mucho. Sonreír, también eso, si pienso (un) poco. Y lo que queda, que sé que queda.  Y hoy, domingo. Arreglar las plantas, hablar con mi gato,  "Us and Them" de los Floyd mientras escribo. Esta tarde Waterpolo.  Y mañana ya veremos.

Vencejo

Estaba allí tirado, en mitad de la oscura carretera bajo la atenta mirada de aquellos humanos que entre cervezas escurren el peso de aquel vencejo que, con un ala completamente destrozada, lucha por volver a retomar el vuelo que ni con sus dos alas intactas podría volver a hacerlo solo.  Decide cogerlo, no puede dejarlo ahí con esa ansiedad de supervivencia esperando que una rueda, otra, le pase por encima y termine con todo. Nota el calor y el color rojo entre los dedos y el incansable temblor. De tan bonito no puede morir, no así. Piensa en que antes de esta agonía el vencejo tuvo que tomar tierra en aquella calle concurrida y ser completamente ignorado a un par de metros de un bar por todas las miradas que como las que lo observaban antes esperando un innegociable final.  Malditos humanos. Al vencejo, por supuesto, hay que dormirlo. Antes de cambiarlo de manos lo vuelve a mirar. Qué poco sabe de aquellas aves capaces de sobrevolar nuestras cabezas en distintos idiomas y colores dura

"No vale borrar, ni tachar, ni releer, ni entender..."

 Como si mi vida fuera una pirámide de naipes a punto de venirse abajo por intentar poner las cartas correctas en una base construida regular. Así me siento conforme avanzan los martes y salgo de terapia con la herida más abierta.  Vivir en constante supervivencia, con el casco y la capa puesta me ha hecho desbloquear niveles del juego por los que algunos ni tienen que pasar, o pasan más tarde. Y no es problema, gracias a ese casco, esa capa y a ese fusible incansable en mi cabeza, soy muchas cosas buenas que sé pero que ahora me cuesta mirar. Ahora que las aguas se calman, que veo el fondo y mis pies en ellos, ahora que empiezo a distinguir herida y cicatriz, a notar toda esa tristeza que a espuertas escondía en el cajón desastre y ese miedo a ser tan pequeña, a no estar a la altura, a perder la pirámide, la capa, el fusible, la defensa.  Ahora salgo cada martes un poco más nerviosa, sintiendo como una mano me empuja hacia mi pasado, a esas cartas mal colocadas. Me empuja y me dice qu

Plan B C N

Notó como una fila de hormigas bien organizadas montaban su casa bajo la piel, usmeando y abriendo calles nuevas entre los rincones de hueso y carne que jamás antes  habían sido excarvados. Caminaba con el piloto automático desactivado, la maleta en una mano y el aeropuerto como el prólogo del libro que de tan bonito nunca se había escrito.  Un parque en un aeropuerto, un cachorro humano jugando, siendo el piloto de su propio aeroplano donde se balancea y unas cristaleras con aviones de fondo. Un juego de luces, de escenarios que combinan raro y perfectamente y que a contraluz deja en visto y hace bonito ese primer instante que le hace frenar el hormiguero de sus tripas, sacar el movil e inmortalizar ese momento.  Todo le parece nuevo, todo le parece inmenso.  Barcelona, Irene, los carteles. Otro abrazo, este de bienvenida, el tercero en quince años.  Sigue escuchando despegar los aviones en sus pies mientras intenta saberse allí de verdad. No es una puta broma, no quiere que la pelliz

Plan B. Hermes

Las maletas, los preparativos, los andenes. Los viajes le ponen nerviosa. No sabe si es la planificación o pura asociación circunstancial. Demasiadas despedidas en los andenes.  Malditas estaciones y malditos andenes. Putas despedidas.  Han sido tantas veces las maletas emocionales que han terminado derramando la sal en un abrazo que se le activan solos los mecanismos de defensa y las emisiones sintomáticas ansiosas. Esta vez el nudo que tiene en el estómago es un tanto shibari. Habrá un andén y un par de despedidas, pero le pone mucho y fuerte la idea de doblar el mapa aunque pocos la entiendan.  Un mapa. Le encantan los mapas. Después de llorar a todas las N. que ya no son y subirse al mismo tren que abandonará antes de llegar a San Fernando, le sobreviene  la necesidad de hacerse con un mapa cuando pise tierra firme.  Una despedida. Una parada. Dos despedidas. Otra parada. Una Carmen salvaje apareció a sus espaldas y se la llevó del brazo hasta un taxi, despide a Carmen y después, o

Plan B

Entró con los pies más pesados que el plomo y salió como la que acaba de comprarse unos nuevos: rara, pero ni tan mal. La vuelta a casa, a 35º a la sombra, fue probando la mecánica extraña que se había instalado entre las cejas y poco a poco, lo que parecía haber empezado con un "¿por qué no?"  se estaba convirtiendo en un irremediable "Te toca ya".  ¿Dónde estaba cuando se trataba de ella? Había aprendido a dibujarse en torno a las cosas que la rodeaban, a las personas que entraban o pasaban por su vida o incluso al tiempo que decidía cuándo estaba más o menos presente. Había pasado una vida en contexto, agarrando los pinceles y dejando para el final lo que verdaderamente más importa y sin importarle demasiado.  -¿Y tú qué necesitas? - ... - ¿Te has planteado qué es lo que necesitas tú? - No lo sé. "No lo sé" ¿Cómo coño no iba a saber qué necesita? Nuria toma nota y N. imagina que en esa nota escribe "esta pava está perdida".  - Barcelona. Neces

Biznaga

El agua salpicando en las zapatillas, calando los calcetines, la piel y hasta los huesos. Huesos de viento que sobrevuelan cielos de agua clorada en el verano de tus taitantos. Brinda por esa tierra donde brotan las uvas aladas de encuentros y adivinanzas. Hablemos del tiempo, de hacia dónde mecen las mareas y de incendios forestales. De cortafuegos. O no hablemos de nada. Miremos las olas saladas al viento, creando formas con los dedos en la noche despejada de tu cuerpo. O no miremos nada. Seré viento que arrasa y destruye o brisa que eriza la piel de los naranjos cuando sopla por la espalda. Serás agua que arrastra y destruye o esa que brota y fluye conquistando las piernas en mar abierto. Seremos elementos. O elementales. O no seremos nada. Que los huesos vuelen y se cumplan tus ganas. Que siembres en tus ojos jazmines, florezcan y adornen tu cuello. Que recoja los momentos y con ellos te construya una biznaga.

Alicia.

Hoy he tenido una regresión. Alicia ha vuelto a entrar en mi vida atravesando la puerta que va desde ese sillón verde con olor a humor negro de la que asume su próxima ausencia y caramelos de café, donde un día nos conocimos, hasta el despacho del centro donde repito cansinamente y repito cansinamente y repito cansinamente. El pecho nota el puño despertando con brío a esa Alicia que me cuenta sin espejos ni tapujos quién es y lo poco que le queda. Despierta en mí sus últimos vaciles a esa muerte que la mira de frente y ese cáncer, maldito cáncer, que se come sus pulmones pero jamás el brillo de sus risas ni la melodía de sus ojos.  Hoy entró Alicia en el cuerpo maltrecho de Mercedes. Otro bicho le come los pulmones y mientras espera mi cantinela una llamada le cuenta que la radioterapia tiene ya su marca en el calendario. Mercedes se encoge y se sobrecoge y mira de refilón a su hijo buscando una mano invisible que sostenga sus dudas. Su hijo se expande sin moverse y la envuelve en un c

No quedan días de verano

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Recuerdo esos veranos con dedos arrugados, la piel de gallina secando entre chapuzones y unos pulmones agotados de tanta felicidad.  El calor apretaba en esas mañanas de verano y mi abuelo nos llevaba a la piscina municipal: el mejor lugar del universo. Nos despertábamos los primeros y preparábamos nuestras mochilas con olor a cloro. Escuchábamos a nuestra abuela repetirnos cada día que no entrásemos a los vestuarios sin chanclas porque unos bichos malos llamados hongos se nos pegarían a los pies y nos los mancharían para siempre . Cogíamos los bocadillos y emprendíamos la ruta. Recuerdo los abonos de cartón, al señor de la entrada haciendo un agujerito por persona y nuestra carrera hacia el interior. Siempre éramos los primeros, el césped olía a mojado y buscábamos nuestro rincón habitual, cerca de la piscina de 5 metros.  Siempre quise evitar la ducha previa al primer zambullido. No entendía eso de tener que mojarme antes de volver a mojarme. Cuando pude evitarlo, me hice la loca y a

Canto, guijarro, pedrusco, agua.

Tanto tiempo visualizando un quiero y no puedo que, cuando se puede y se tiene, parece de plástico. El tiempo ha seguido a su ritmo y yo he intentado seguirle la corriente.  Hoy, escuchando en la radio una entrevista que hablaba sobre los spoilers en series, la chica entrevistada dijo una cosa interesante que me viene como anillo al dedo para explicar (o no explicar) no sé muy bien qué. Decía que cuando los spoilers versan sobre un capítulo, las personas se centran en el contenido y desvelan detalles más concretos. En cambio, si se consumen bloques enteros sobre la serie (los famosos maratones), los spoilers suelen ser más de sensaciones, emociones, ya que hay mucho más material que sintetizar en nuestra cabeza y lo terminamos haciendo con "el regustillo" que nos deja. Así me siento yo después de tanto tiempo. No sabría contar con pinceladas finas qué ha pasado en tantas vueltas. Aunque para ser sincera, tampoco podría hacer un resumen basado en emociones y sensaciones al ret