Bis, bis, bis

A veces hasta caminar se hace complicado. Un pie delante del otro, así, muy bien, ahora solo es bis bis bis...Camina y su agenda dirige el rumbo, mecaniza sus sentidos y consigue convertirla en algo que reconoce de puertas para adentro.
Hojas resueltas, con tachones, pequeñas metas desinfectantes, antieméticas. Le consume la tinta negra y las teclas atornillan sus mañanas. Sola, alienada, asfixiada. El pulso le enseña por donde tiene que pisar, tiene prohibido cerrar los ojos y se le recomienda no mirar. Palpitan sus manos, sus sienes. Se hincha a cada portazo arrítmico de su mecánica humana.
Los excesos saben a ebriedad pero no es ella quien está bebiendo. Tiene 24 años y se reconoce como la que tenía 15. Emocionalmente aplanada, desconectada, atornillada a una vida que no le pertenece. Su risa hace ruido y vive de prestado. Vivir de prestado, esa es la definición.

Un pie delante del otro, así, muy bien, ahora solo es bis, bis, bis...Camina y su agenda dirige el rumbo, mecaniza sus sentidos y ahora ya no se reconoce.
Creó una casa en la otra punta del universo y giraba al revés, como las agujas de sus pies. Se sentía, al menos se sentía y eso era suficiente. Su caja tonta vibró como la de los humanos y su lugar en el mundo se desintegró entre el azul de sus arritmias.
Piensa en esos espectros que la rodean, los que vierten escándalos, mimetizan y se alargan sin tregua. No puede hablar, las lenguas de las sombras traducen el quemazón en algo tan simple que aploma y le pesa.

Llora como los humanos. Está sola en la puerta de clase, con su mochila a cuestas y la chaqueta conteniendo sus palabras bajo la cremallera. Clava los ojos en sus zapatillas, mueve distraidamente los pies para hacer trabajar a sus ojos. Quiere sacar la agenda, revisarla, anotar, calcular, frivolizar, tachar días y pensar en que cuando esas hojas se acaben empezará a comprar alternativas.
Es invisible para las sombras, pero la envuelven con sus lenguas. Es insignificante para ti, que te inflas de regocijo cuando te interesa. Es ese cero a la izquierda que tanto resta, que sirve para amontonar deudas y problemas. Es esa cosa que viste y calza y de la que se olvidan en la puerta, justo en la salida.

Un pie delante del otro, así, muy bien, ahora solo es bis, bis, bis...Se concentra en esas hojas, en perder de vista el sin sentido. Quiere dejar de sentirse viviendo de prestado, una vida que no compró.

Pocas cosas le hacen sonreír de verdad, pocas cosas la mantienen caliente, en juego, abotonada a este planeta de gravedad aplastante. Pocas pero infinitamente de valor. Lo mejor de sus noches, su pequeña opioide a la derecha.
Ella quisiera hablar de esas pocas cosas, de quien le da cuerda, aprieta el corazón en sus manos y lo hace bombear.

Sabe que la vida consiste en eso, un pie delante del otro y bis, bis, bis. Tachar días, comerse las hojas, respirar, dejar de mirar las zapatillas y comprender que lo mejor que le puede estar pasando es que se está alejando del universo, recuperando su planeta evaporado y entendiendo que la vida es eso: un golpe detrás de otro y bis, bis, bis.

Comentarios

  1. Caminar es fácil y complicado a la vez. Una vez que te has caído siempre vives con el temor de volver a tropezar. Por eso es mejor hacerlo despacio, como tu dices, un pie delante de otro y bis, bis, bis. ¡Adelante!

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