1. Cuarenta grados a la sombra


Una gota de sudor cosquillea cuesta abajo por su espalda, coge carrerilla y pierde fuerza a la altura de la cintura. El 27 de julio broncea su cuerpo desparramado en una toalla mal estirada. La barbilla descansa sobre una de sus manos y sus ojos miopes parecen estar perdidos en cada grano de arena que peina con los dedos.

El Nokia vibra a unos centímetros de la cara, sacándola del trance. Se sacude torpemente la arena y agarra el teléfono esbozando una pequeña sonrisa. Sabe que es ella. Es ella. Termina de leer el mensaje y se gira cara al sol. Coge aire y se incorpora, dejándose apoyar en las palmas de las manos.

El mar se mezcla tan despacio con tierra firme que apenas podría ser escuchado si no fuera por la escasez de público. Mira a su izquierda y ve como el único turista a lo largo de toda la playa se levanta y camina con las gafas de sol en el pelo como prenda exclusiva sobre su cuerpo. Empuja la toalla lo suficiente para hundir los pies en la arena. Intenta ponerle edad y una vida a juego. Imagina sus aficiones, un trabajo, el hotel donde se hospeda e incluso su forma de vestir cuando no decide visitar playas solitarias y pasearse desnudo. Los desconocidos y la curiosidad. -Cuarenta. Le gusta leer, la playa, el senderismo...mirar a desconocidas desnudas-.  Éso le recuerda que ella también está desnuda. Sonríe y desvía la vista, mira sus pies enterrados y levanta los pulgares hasta que los ve asomar. Mira el móvil irradiando calor y vuelve la vista al desconocido. Está volviendo seguro de sí mismo a su toalla pisada por un libro de tapas duras mientras le devuelve el vistazo. -¿Se siente observado o he acertado en una de mis predicciones?-

Contempla sus diecinueve años sudando hasta el ombligo. Brilla. Deshidrata la fuga de ideas a través de su esternón. Huele a sal y a verano, puede saborearlo, sentirlo en las plantas de los pies y en la comisura de sus labios.
Se encuentra sola, con un móvil ardiendo, el bikini hecho un lío en una esquina de la toalla y una botella de agua a la que poco le falta para burbujear.
Se deja caer, cierra los ojos, cuenta las olas, abre los ojos, mira con disimulo y...sonríe.

-He acertado-.

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