28 días

[...]
Ay, nunca me había alegrado tanto de ver mermelada.
-¡Fresa!- Exclamó alegremente Rubinstein, y hundió de inmediato los dedos en el tarro, sacó un puñado de mermelada y se la metió con fruición en la boca.
Había cosas mucho más apetecibles que ver en mundo.
Rubinstein me sonrió y me invitó a meter la mano en el tarro. Miré a Jurek: por un lado, no quería ofenderlo; por otro, hacía muchísimo que no comía mermelada. en el mercado negro costaba casi tanto como la mantequilla.
El anciano suspiró:
-Venga, Mira, adelante. Lo principal es que este loco mantenga el pico cerrado.
Cuando Jurek desapareció en su tienda, metí la mano en el tarro y me llevé un buen montón de mermelada a la boca. Me daba absolutamente lo mismo que Rubinstein ya hubiera hurgado con sus dedos sucios en la mermelada; estaba demasiado buena.
Y mientras saboreaba el delicioso sabor dulce, afrutado, pensé que claramente Rubinstein no estaba loco, sino que era el más listo de todos nosotros.
-Quizá deberías cogerme de aprendiz- le dije de broma.
-Te enseñaré cómo conseguir que los judíos ricos te inviten a una comida de cinco platos.- Sonrió el hombrecillo.
- Me encantaría aprender eso.- Reí.
Aprender con un demente. Y yo que quería estudiar Medicina.
Rubinstein metió la lengua en el tarro y la paseó a gusto por él. Ahora ya no estaba ya tan segura de querer comer más.
-¿De verdad crees que todos somos iguales?- le pregunté.
Él apartó la cara del tarro y replicó mientras le corrían las gotas rojas de mermelada por la barbilla:
-Claro. Y también somos todos libres.
¿Estaba siendo irónico?
-Es una forma muy particular de ver las cosas- contesté.
De pronto se puso muy serio.
-No, no lo es.
Ahora no parecía un loco, ni un payaso, sino un hombre que había descubierto la verdad:
- Cada cual es libre de decidir la clase de persona que quiere ser.- Después me miró fijamente a los ojos-: La cuestión es, pequeña Mira, ¿qué clase de persona quieres ser tú?
-Una que sobreviva- respondí en voz baja, a la defensiva.
-Como sentido de la vida no me parece que baste necesariamente- repuso el payaso. Después me miró y se rio (no se reía de mí), se alejó dando saltitos con su botín y me dejó con la pregunta: ¿qué clase de persona quería ser yo?



-28 días. David Safier-

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