Trenes (des)Vía2


Hay trenes que pasan una vez en la vida. Trenes que coges como tropezar con la misma. Trenes de ida y trenes de vuelta. Trenes que te llevan y trenes que te devuelven a ese lugar donde ya no puedes ser el mismo.
Trenes llenos, trenes que te llenan.
Hay trenes con andenes repletos de personas que esperan y de otras que desesperan. Andenes vacíos, de paso, como te quedas tú por dentro al subir al tren.
Hay quien viaja acompañado y otros que llevan un ejército de lágrimas por compañía. Hay gente como yo, que viaja sola, con el silencio haciendo hueco dentro, odiando el mismo tren, el mismo andén que hace dos días escasos me arrimaba a algo más bonito y con más sentido que despedirse de alguien con quien te sale ser feliz.
Hay trenes con personas estúpidas, como yo, que tan poco piensa en el viaje de vuelta que escoge un sitio al azar en un momento de euforia y resulta que escoge un sitio de cuatro, como si acaso el viaje de vuelta no lo fuera a hacer sola, como si no fuera de despedida.
Coges una libreta y te concentras en escribir sobre trenes, esperando que las próximas cinco horas pasen rápido, sabiendo, no obstante, que cuando llegues a casa no será(s) la misma, aunque todo esté tal y como te lo dejaste. Te esconderás bajo las sábanas sintiendo un vacío tal que solo contrasta con el peso de los kilómetros en cada centímetro de tu cuerpo. Cerrar los ojos y esperar a estar de ida y olvidarte de la vuelta.

Esperar, esperar, esperar...

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