Canción de Bruma

Como ya habéis visto, navego continuamente
en una sensación de multidimensionalidad.
Es irónico. No contento con albergar
varias personalidades en mi vida presente,
me he aventurado a "recordar" las otras personas
que he sido, o que he imaginado ser, en otros siglos.
La metamultiplicidad.
Las muñecas rusas se quedan cortas.

En otro orden de cosas, y puestos a que me sigáis perdiendo el respeto, desde los cinco años he tenido otro sueño recurrente donde me he visto en el futuro de anciano. En el sueño clarividente, mi percepción cognitiva anda muy maltrecha. En definitiva, estoy completamente alelado o acaso volviendo a una segunda infancia, esta vez regresiva, probablemente víctima de una enfermedad mental. En el sueño me encuentro dentro de una caseta de madera muy pequeña tejiendo una red metálica. Debo de tener unos setenta años. La pequeña cabaña está situada en medio de un paraje absolutamente yermo, sin apenas agua y donde los colores amarillentos predominan. En ese páramo deambulan mis supuestas futuras nietas al lado de mis hijas y mi esposa. Tengo la sensación de ser amorosamente cuidado por todas esas mujeres, aunque no sin cierta lástima por mi actual estado mental. Una de mis supuestas nietas se acerca y me pregunta para qué es la red metálica y yo le contesto siempre: "Para las abejas".

Podría dudar acerca de la verosimilitud de un sueño acontecido a mis cinco años de edad, pero el caso es que aquellas nietas se parecen escandalosamente a mis hijas. Quizás, por tal motivo, al mirarlas, alguna vez he tenido la sensación de que todo estaba escruto y de que, agárrense, la realidad no es más que la repetición material de una fantasía.

No sé por qué me ha venido esto a la cabeza.

Hay miles de despertares; místicos, terrenales, espirituales, sensoriales. A veces una muerte cercana nos despierta como un jarro de agua helada. En otras ocasiones conocemos a alguien y tenemos la corazonada instantánea de que no es un encuentro más con un desconocido, sino que marcará nuestro destino. Después de ese despertar, es como si saliéramos de un océano donde nos habíamos bañado y, al volver a tierra firme, algo hubiera cambiado en la playa.
Dormimos en plena vigilia, despertamos. Nos zambullimos y salimos. Así es el ciclo, creo. Un nacimiento, una noticia, un cambio de trabajo, un accidente, un cambio de pareja... Nuestra vida son continuos despertares.

A veces un poema o una canción nos despiertan con un dulce bofetada. Algunas veces, a dos manos.



El factor poético II. Canción de Bruma. Santi Balmes.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hazte pajas positivas

Libreta. 4 de junio de 2023.

Querida Yo