¿Qué tal?

Qué complicado esto de estar cuando no estás, y si no estás, no sabes cómo. Qué complicado esto de contestar cuando te preguntan "¿qué tal?", cuando tienes un fondo que sabes perfectamente cómo está pero eres capaz de vislumbrar matices, grados, tonos de azul oscuro casi negro donde a veces encuentras apaciguamiento y un poco de bienestar, anestesia local. Qué duro cuando te quedas con el fondo, en el fondo, y sientes que te revuelcas en algo tan pesado, pastoso y tóxico como el alquitrán.

Y entonces lo haces, desapareces y vuelas lejos aprovechando la migración de unos pájaros silvestres para la evasión. Y allí duele menos, lejos, donde todos se ven pequeños y el contacto emocional se vuelve superficial y controlado, todo en orden. Un poco de silencio, de perspectiva, de distancia con el mundo de las personas.

Sentido de pertenencia, como Dies Irae de Liszt, donde las subidas y bajadas dan cuerpo a una velocidad cambiante que te lleva desde las miserias que te consumen por las noches hasta esos momentos donde usas a los humanos, los mismos que duelen, para colorear arritmias y algún que otro momento que dejar a la deriva, en la superficie.

Y luego llega el silencio, esa masa de vacío donde te escuchas bombear lento y otras no tanto, donde te sientes palpitar la punta de los dedos como si no hubieras sido capaz de acordarte jamás de haberlo hecho. Y te tocas, y te sientes y, joder, otra vez la puta cabeza descargando porno de vidas anteriores a las que no quieres volver. Y al final te dejas, te das por perdida, o por ganada, y te haces un poco la loca hasta orgasmar sintiendo una despersonalización regresiva donde sientes pena por ti misma, pero da igual, bendito orgasmo. Ya te ocuparás en otro momento.

Maldita pertenencia que te ha dejado contigo misma, averiguando qué toca ahora mientras atiendes al ruido estúpido de tus chanclas subiendo las escaleras hasta tu cuarto, cerrando otro día, de estos que te fumas de mentira haciendo que te llevas los dedos a la boca y aspiras como si tuvieras la suerte de matarte un poco en cada calada de nada que das.
Pero no pasa nada, nadie se muere, estás en proceso de cura, y no vas a pensar en cuando cure, ni en los retrocesos en el proceso, que los habrá. La vida es ahora, y la vida son muchas más cosas que un duelo. Por suerte.

Seguirás dramando, porque toca; y riendo, porque jamás ha dejado de tocar.



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