Flotar.

Llega septiembre, y como con cada inicio de mes, otra monedita para el pinball y otra oportunidad de sumar puntos de aguante con la bola golpeando por todas partes en un intento desesperado de dejarse ser por la inercia y reposar, fuera de juego, en Game Over.
Parece que todo estaba recolocándose, pero no me estoy entendiendo muy bien, las cosas como son. 
La cabeza me funciona como un globo de helio atado al esternón, para hacer el paripé y que parezca que algo hay y que, de paso, no salga flotando. Me siento cansada, no creo que exista palabra que pueda explicarlo mejor. Cansada de estar cansada. 
También estoy decepcionada, triste, enfadada... Y como el globo de helio, algo tendré, pero no lo veo. Lo mismo debería soltar la cuerda y comprobar al menos el peso de lo que queda.
Salgo, entro, me muevo, me río, toco y abrazo. Me he fugado un par de veces lejos, una a la playa y otra a la montaña. Me he puesto de frente a esos espacios libres de humanos que tanto bien hacen, y sí, hacen bien...sí, pero de cara a un paisaje infinito me di cuenta de lo triste que estaba. No sabía que el vacío era tan grande hasta que entendí  esa necesidad de viajar tan lejos para encontrarme, para "llenarme" de momentos, paisajes, algo que me ate más que al esternón. Así ando planeando la próxima. Porque sin plan, ay, miedo me termino dando.
Supongo que he entendido que echar de menos es eso que pasa cuando te pasan cosas buenas y quieres compartirlas con alguien, el mismo alguien con quien necesitarías compartir y refugiarte en las malas. Pero ni una cosa ni la otra, porque esa persona ya no está. Respira, pero no está. 
Por otra parte me pesa la distancia, o el fracaso asociado a la distancia. La idea tatuada inutilmente de fracasada, de pérdida, y de pena. Espero saber dónde construí la puerta cuando decida volver.
Quedé con L., y como delante de ese paisaje inmenso libre de humanos en los que me puedo relajar y ser, fui. Y fui con un dique de contención emocional con taras. No lloré, pero poco faltó. 
Para prueba número 2 sobre mi supervivencia, la de esta mañana. Me he encontrado a mi padre. Y la mañana se me ha ido a tomar fanta. Al menos sé que por la reacción química de mi globo de helio (a punto de reventar y pidiendo a gritos volar y salir por la ventanilla) tengo ese instinto conmigo, el de continuar respirando. Instinto primario, supongo.
Hace poco murió un ex-compañero de trabajo, un hombre al que apreciaba y que, joder, me hubiera gustado volver a ver, hablar, abrazar. Me pregunto cuánta gente se va para siempre dejando esa sensación en otros. Qué estúpidos somos dejando para otro día esa visita que nunca llega, o esa disculpa, o ese famoso café que pocos se acaban tomando. Y qué rara y vacía la muerte, como ese globo de helio que se suelta sin querer y vuela hasta el techo del cielo, con el resto de globos, dejando un vacío sobre los hombros de muchos que ni siquiera lo amarraban. Pero el vacío es perceptible, mucho más que ese gas que no pesa. 
Creo que esta entrada es fiel reflejo de mi cabeza ahora mismo. Literal, escasa, desordenada. Y así se queda.

Y así me quedo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hazte pajas positivas

Libreta. 4 de junio de 2023.

Querida Yo