Querida Yo

Queridos Reyes Magos:

Tranquilos, no se trata de ninguna carta que llegue a pediros cosas a destiempo, ni tan si quiera es una carta que llega a destiempo a pediros cosas. Me dirijo a vosotros porque a veces no tengo muy claro a quién lo hago y, dadas las fechas y todo lo que les rodea, tampoco me pareció tan mala idea. 

Llevo medio año sin asomar por aquí, aunque reconozco haber estado escribiendo en algún que otro momento crítico en mi libreta de los desastres. Sé que este ha sido siempre mi vertedero emocional, pero hasta cuando se trata de verter la basura, una debe conocer los límites establecidos.

El año ha estado repleto de movidas que me han tenido oscilando en la cuerda floja entre la desesperación y la supervivencia. Tengo la sesnsación de que cuanto más siento y trabajo en mis cosas, más vulnerable me vuelvo. No creo que esto se quede en sensaciones, pero aún estoy aprendiendo a abrazar mi fragilidad sin ostigarme ni castigarme por ella. 

En terapia también tuve fluctuaciones que a veces me han llevado a un punto muerto en el que no sé muy bien por dónde debería seguir, o si simplemente estoy en un momento de pausa para procesar e integrar las nuevas actualizaciones del sofware de mi cabeza. Sigo teniendo presente la necesidad de mejora de algunos de mis componentes, como la capacidad de entenderlo todo y que derive, erroneamente, a justificar cosas que no debería hacerlo. Pero ahí estoy, en constante aprendizaje. Por lo pronto, os cuento que he necesitado y me estoy permitiendo hacerle un Guadiana a mi psicóloga, la cual retomaré cuando me vuelva a sentir preparada para ello. 

Este año he masticado muy fuerte muchas emociones, algunas más comestibles que otras. No quisiera hacer un balance obviando lo malo, ni tampoco lo bueno y, dado en el momento en el que me encuentro, no sabría cómo hacerlo sin hacer brillar a ninguno de los dos lados en especial.

Vaya carta de mierda estoy haciendo, la verdad. 

Paso de hablar de 2023 hoy, aún se están calculando y recomponiendo los daños del año que acabados de terminar. Lo que sí que puedo decir, queridos Reyes Magos, es que estoy harta, estoy atiborrada y no solo de roscón. Este año me he propuesto simplificar las cosas, empezando por pasar de hacerme una lista con súper objetivos y metas por alcanzar. Estoy hasta el coño, con todas las letras, de las mejores versiones de uno mismo, de las apariencias, de la productividad, de alcanzar y alcanzar,... Y en lo fundamental, en lo simple, en lo llano, ver fallos constantemente. 

Paso de preocuparme, bastante incertidumbre tiene mi vida otra vez para pensar en los dramas que nos montamos. Este año, mi propósito es mandar más a la mierda, permitirme más, quererme más, poner los límites que necesite y al tercer aviso mandar al banquillo. Jugar los partidos que me apetezcan y, cuando no, colgar las botas y mirarlo desde las gradas, o incluso con un Happy Meal desde el sofá de casa con Sombra cerca. Las reuniones del primero, las cuales son capaces de restarme días de vida, tan sólo van a robarme unas horas del lunes, el resto del día va a ser para mí y para lo que yo quiera. 

Estoy cansada de estar cansada y soportar cansancios, de mirarme al espejo y contarme las arrugas nuevas, intentar esconder las canas que este verano me han florecido o hablarme como el culo cuando me asoma chicha de la barriga. Joder, tengo un cuerpazo, sin peros, sin que nadie me señale nada.  

Este 2024 me quedo con los ahora, con los abrazos, las risas, los besos, las buenas caras... Me quedo con este domingo improductivo, con el silencio de un piso que me recuerda que estoy sola y que no pasa absolutamente nada, con Sombra durmiendo pegado a mi pie, notando la suavidad de sus pelitos que me recuerdan que es la prolongación de mí misma más importante que tengo y tal vez la única. 

Se vienen curvas. 

En 2024, ¡a pelarla un rato!

 Besis.

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