"La pala o la vida"

Un hombre camina por un campo de hoyos con los ojos vendados. Se le provee de una pala. Vendado y con la pala, el hombre cae en un hoyo y quiere salir de allí porque no le gusta y además, estar allí le impide hacer lo que es valioso en su vida. Pero ¿qué puede hacer con la herramienta que tiene?, sólo cavar, pero al cavar resulta que consigue hacer el hoyo más grande, no importa que cabe en distintos sitios del hoyo o de distintas formas. No obstante, a veces tales acciones, sirven para salir del hoyo, pero vuelves a caer en otro. El problema no es la herramienta, el problema es que sólo sabe cavar, quitar tierra, y paradójicamente lo único que consigue es hacer el hoyo más grande. 

Cuando entré en la carrera reconozco que fue una de esas decisiones que se toman un poco por inercia. Lo mío no fue vocación, ni algo planeado ni premeditado. Sabía que quería dedicarme a las personas, pero las personas están en todas partes, supongo. No quería números (aunque no se me dan especialmente mal) ni quería idiomas (realmente se me dan fatal). Quería saber, simplemente conocer, aprender, descubrir qué puede haber dentro de alguien como yo y qué fue lo que puso todo eso ahí dentro. Palabrerías. Reconozco que incluso antes de entrar en la carrera era de las que decían que un psicólogo más que decirte cómo quitar la piedra de tu camino simplemente se dedicaría a recordarte dónde está, lo grande que es y que la culpa es tuya (y en verdad, parte de razón si que llevo). Lo que no sabía cuando entré, es que me daría tiempo a aprender tanto sobre todo y sobre nada a la vez. Dicen que un psicólogo es el único capaz de solucionar todos los problemas menos los suyos propios. ¡Y qué razón puede llevar eso! Yo he sido como ese señor y su pala.


He aprendido cosas muy sabias como que la felicidad hay que salir a buscarla, no vale con quedarse en casa esperando a que las cosas vengan solas, como bien se dice por ahí. He aprendido que aceptar que estás triste, que tienes un problema y que no estás bien, es el primer paso para aceptarnos, soltarnos la correa que nos anudamos al cuello y comprometernos a activamente, cambiar lo que no funciona (que no es la pala, sino nuestro repertorio conductual ante la misma. Pero, sin duda alguna, lo que más trabajo me ha costado aprender es que he estado equivocada durante mucho, mucho tiempo.
Repito: yo he sido como ese señor y su pala (y la venda).

Hace unos meses alguien me definió como "comprometida" (toda una paradoja para aquél entonces) y reconozco que en ese momento me pregunté qué mierda de Yo estaba mostrando a los demás para que me acuñaran tal calificativo. A día de hoy, siendo o no lo mismo que esa persona quería decirme, creo que me ha ido como anillo al dedo durante demasiado tiempo.
Comprometida con la misión de no hacer ruido, de no dar problemas, no ser visible, de ser fácil, llevadera, práctica y a fin de cuentas...comprometida con la comodidad y bienestar ajeno. Un chollo de hija, de hermana, de pareja. Hacer tan poco ruido solo me ha convertido en ser a veces "padres" de mi casa, chofer de mi hermana y algo invisible en una cosa de dos. La "infeliz", como mi abuelo me ha bautizado recientemente.

A veces, cuando me alejo del mundo, pienso que la culpa de todo eso es la gente, la humanidad. La culpa es de mis padres, mis hermanos, mis parejas. Yo estoy ahí y me usan de mala manera. Los humanos como especie son destructivos y yo no pertenezco a este lugar hostil. Hace unas semanas escasas vengo dándome cuenta de algo que me ha costado ver más de 10 años de mi vida. Soy ese señor con su pala. Somos lo que queremos mostrar. Quise ser fácil y yo misma me hice fácil. Nadie me tapó la boca y sin embargo yo decidí no usarla. Me convertí en "padres" por pensar que así hacía mejor las cosas. Me convertí en chofer por nunca saber decir "no es mi responsabilidad". Me pasé casi seis años en una relación que no iba a ninguna parte y donde no era feliz simplemente por no perturbar la felicidad de la otra persona. Y si la más reciente salió mal, reconozco que culpa es mía por poner tan fácil que pasara.
Nunca he dejado que nadie hiciera nada por mí que costara un poco más de esfuerzo del que podría ser normal. Nunca me he dejado ser más para alguien que lo que ese alguien sea para mí. Y por ser así, he acabado haciendo las cosas peor. El agujero ha sido cada vez más enorme y ya no sé ni por donde cavar. Tenía un planeta y lo perdí. Es duro quitarte la venda y comprobar que el tamaño del hoyo es obra tuya y de tu pala (ya podría haber cavado menos, ¡campeona!). Pero aquí estoy, sentada en mi agujero, rodeada de tierra y con una pala y una venda aparcados a uno de los lados. La pala no la voy a usar para cavar ni para aporrearme los sesos modo desesperado. Cambiar el repertorio conductual, me repito, ahí está la clave.

Hace relativamente poco, un par de meses, "me di un capricho" ante ese Yo desadaptativo que no he parado de fomentar. Hice un trueque, la pala era la moneda de cambio. El hoyo ha dejado de crecer y con el trueque me he dado cuenta de que merezco, al igual que el resto, cometer errores, gritar, besar y a fin de cuentas ser feliz y dejar que lo sean conmigo.
La felicidad hay que salir a buscarla y la superficie está plagada de razones para serlo. La primera de ellas nace dentro de ti. Mira tus manos, mira la pala y piensa que el hoyo será cada vez más pequeño cuanto más grande seas.

Si somos capaces de convertirnos en lo que mostramos seamos gigantes capaces de cosas grandes con herramientas sencillas, algo tan secillo como hacer un trueque y empezar a ser feliz.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Hazte pajas positivas

Libreta. 4 de junio de 2023.

Querida Yo