Aquí, de dramaqueen

Entonces un día te levantas cuando la mañana invade las paredes de tu cuarto y buscas a tientas y perezosa el móvil por la cama. Lo desbloqueas y te encuentras que ella ya no está, que es lunes y no hay un buenos días esperando. Así es como sabes que lo de ayer pasó y pasó de verdad, que no era un sueño ni algo de lo que te arrepientes a los dos minutos. Que nos fuimos y ya no estamos. Sabes entonces que Nosotras ha muerto y sales de la cama con el estómago queriendo salir de tu cuerpo y con un dolor en el pecho que te hace pensar que llevas el luto en las arritmias.
Y ojalá un blackout en tu cabeza y así poder dejar de necesitar, de imaginar, de penar. Pero no. Se abren las compuertas de tus ojos y empieza a funcionar el mecanismo regulador emocional, ese mecanismo compensatorio que intenta liberarte de las rutinas-que ya no están, por cierto-.
No entiendes que penas por algo que ya no erais ni alguien que ya no estaba, sino por algo que fue Casa, la mejor, y alguien que fue parte de tu Todo y que ya no sabías hacerle volver. Porque no, porque ya no servían las señales de humo ni las llamadas de atención. Como una profecía autocumplida, dices que íbamos de frente a un muro enorme y ahí nos vimos, dejándonos los dientes.
Y ahí te quedas, doliendo, con heridas sobre antiguas cicatrices. Y duele como nunca, o como ya no te acuerdas que dolía, pero esta vez era diferente porque ahora eras tú con todo y joder, tocamos techo, Eris y lo que hiciera falta.
También tocamos fondo y, al final, colgamos la toalla y nos dimos las buenas noches. La última vez, la que no me imaginaba cuando llevábamos 9 meses y nos reíamos desafiando a las leyes de la bioquímica como si fuésemos inmortales. La última vez. Contigo, con quien rendirse o abandonar no formaban parte del repertorio conductual.
Y aquí estamos. Jugando a perdernos, a olvidarnos. Y juego fatal porque sabes que jamás he tenido suerte, ni siquiera ahora, contigo (sin ti).

Sí, soy una dramas y una intensa. Pero me da igual. Si te he querido -y quiero- con todo, ahora toca llorarte con lo que queda, que no sé bien lo que es, pero Zahara ayuda a explicarlo genial para ser una Hanna Baker de la vida.

Aquí estoy, con mi Quechua instalada en la parcela del dramita, como alguien que hablando de su drama, retrató el mío. Aquí, esperando una postal de vuelta desde Madrid llena de mentiras diciendo que esto no puede pasar y que vamos a hacer que las cosas cambien y que sabemos cómo.

Pero no, tendré que acostumbrarme a levantarme y dejar de esperar. Lo que hay es lo que hay, y no me puedo hacer la tonta, porque llevaban sin ser buenos días más de 6 días.


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