Jaque mate

Y los días pasan, como pasan las cosas que no tienen mucho sentido. Van sumando y voy sudando excesos, prisas, reproches, alguna que otra de agua-sal, risas furtivas como echar una cana al aire y una anhedonia que empieza a calarme los huesos como esa lluvia fina a la que no sé cuánto tiempo llevo expuesta. 

En este estado de stand-by empiezan a dolerme las articulaciones, las medias sonrisas, los puntos suspensivos y las ausencias. Las ausencias lo que más. Me siento cansada, como el que corre en una bicicleta estática que apunta a una pared tosca con la que por más que aceleres no reventarás los sesos. Y en ese proceso de pedaleo, se invierte la dirección, se vuelve un extraño sentir regresivo al momento en el que me empecé a perder, o empezamos a perdernos. Ese momento que dé sentido al no encontrar las palabras justas para despedirme en una postal en un piso en Tres Cantos, cuando palabras es lo que siempre me han sobrado y para ella las tenía todas. Ese momento justo que pase factura y hagamos las cuentas, aunque salga perdiendo. 
Ya no me importa ser quien sume o reste o quien deje la tarjeta en el plato. Ya no me importan tantas cosas que no sé si estoy luchando por comerme ese muro mientras pedaleo o a la contra intento tenerme más en cuenta, aunque me deshidrate en el intento. 

Sé lo que quiero. Y esto ya no lo es. Sé lo que necesito. Y esto ya no lo es. Sé que la quiero. Y quererse no es suficiente. 
No soy de abandonar, aunque esta partida la estoy dando por perdida.

Y así, jaque mate.

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