Abril. Cerral.

Holi, caracoli.

Dicen que después de la tormenta siempre llega la calma -ya lo cantaba Melendi-, y como no soy de hacer mucho caso a lo que dicen -y menos si lo canta Melendi-, me tomo el dicho como quiero. Lleva lloviendo tanto que los días de sol se han convertido en "animal mitológico favorito". La primera semana de agua se agradeció. La segunda nos seguía haciendo gracia. La tercera semana, una ya empezaba a preguntarse qué coño estaba pasando y pensando a la vez si al final sería necesario construir un arca o irnos todos arca (ar carajo). Las semanas que han venido después, quitando la Semana Santa que misteriosamente este año se ha salvado, no han sido muy diferentes. Pero nada, que no nos hemos ido arca ni na' de na'.
Vaya, que la tormenta no termina de pasar, pero que no me importa, las cosas como son. O bueno, un poco sí.
He pasado de una extraña quietud a un extraño equilibrio que no sé cómo explicar. Podrían ser estados que entre sí están conectados y de hecho seguramente lo estén y se parezcan, pero al igual que existen muchos tipos de despertares, también lo existen de tipos de equilibrismo. Y este no es del todo un equilibrio estático.

Hace poco más de una semana tuve ese encuentro para el que tan poco me sentía preparada. Y fue feo, y ansioso, y frustrante, y no sé... Pero mal. No puedo quitarme la imagen de la cabeza y esa mirada entre enfado, desprecio y decepción con la que me miró y se quejó por lo bajito la última vez en esa misma mañana que pasó por nuestro lado. Definitivamente, mi padre no me quiere. Tampoco puedo quitarme de la cabeza cómo me temblaron las piernas medio segundo y cómo al siguiente estaba señalándolo metros más adelante ante los nacionales para que lo detuvieran. Definitivamente, no le tengo miedo.
He hablado de todo esto con J., como experto en Psico Jurídica y Forense. Siento una mezcla entre alivio y preocupación sabiendo que el perfil que yo tenía en mi cabeza sobre él coincide con el que tiene J., aunque me haya dicho literalmente que podría estar planeando algo gordo y que no me escapo de ser el blanco. Pero de verdad, no me importa. No me da miedo. Me pondría como el que se pone en mitad de una pista de aterrizaje para los aviones haciendo señales para atraerlo directo a él. Igual. Si viene a por mí dejaría a mi madre tranquila, y a ella no podría perderla. A eso sí que le tengo miedo.

También, por pasar, he conocido a la pareja de R.. No es la primera que conozco, pero sí que ha sido la última. El encuentro me generó un nosequé nostálgico, han pasado 10 años ya y me encontraba delante de aquella famosa "Ella" y su actual pareja, la cual tiene los mismos años que tenía yo por aquel entonces. Reconocí gestos, y miradas, y no sé. Me hace feliz reconocer lo bonito y que son felices juntas. Cosa que no vi con ninguna de las otras dos en las presentaciones oficiales. 
Ojalá que esta vez sí que sea su persona y su momento indicado, un 100 para otro 100.

Por otra parte, se aproximan los 31 y estoy blanda. Supongo que todo lo bonito contrarresta y de ahí el equilibrio no del todo estático. A pesar de estar un poco más calladita de lo normal, siento cosas muy bonitas por las personas que quiero, incluso por las que simplemente aprecio. Pero es bonito. Los enlaces, los puentes, las rarezas y los qué sé yo. Me quedo con eso. 
Si hay algo más determinista que los genes, esa es la experiencia, y el contacto es una de mis favoritas. 
Nunca me ha gustado que me toquen mucho, pero ahora no le diría que no a un gestito tierno. 

Un besi.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hazte pajas positivas

Libreta. 4 de junio de 2023.

Querida Yo