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En la Tierra, con los codos apoyados en el alféizar de su ventana, Topo vio dar tantas vueltas al Sol que el musgo brotaba en sus dedos, las raíces de sus pies abrieron el suelo y la sujetaron tan firme que las estaciones trepaban por ella como hormigas en fila , brotando en primavera y dejándola desnuda en el invierno. 

Las golondrinas anidaban en su ombligo y el jolgorio la mantenía distraída de una búsqueda de nunca supo qué ni jamás supo hasta cuándo.

No recordaba cuánto llevaba sembrando recuerdos en un manto oscuro con bordados brillantes que centelleaban en Morse. Tomaba notas mentales, con el ceño fruncido, esperando la señal que la devolviera a alguna parte. 


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