Instrumental


"Esta vez salió perfecto. Tres cortes de dos centímetros de largo, no lo bastante profundos para requerir puntos, ni lo bastante superficiales para permitir que el dolor desapareciera demasiado rápido. La medida perfecta. Tuve la sensación de un subidón de heroína, aunque más limpio. Lo que sentí al desplomarme de nuevo en el suelo del cuarto de baño, satisfecho, agotado, feliz, era todo lo que había esperado y más.
Es lo que tienen las autolesiones: no solo te colocan, sino que también te permiten expresar el asco que te inspiran el mundo y tu persona, controlar el dolor, disfrutar del ritual, de las endorfinas, de esa violencia sórdida, bestial y ejercida contra uno mismo en privado, y no hacer daño a ninguna otra persona. Aquello era como tener una aventura sexual especialmente obscena, aunque sin gastarte una fortuna en habitaciones de hotel, sin tener que traicionar a tu mujer ni limpiar como un forense el móvil y el buzón de entrada del correo.
Era perfecto. Había encontrado algo que, aunque fuese temporal, me ayudaba a funcionar mejor, a estar más disponible, a no dejar a mi familia tirada, a ponerme la careta. Se convirtió en una especie de aplazamiento sucio y cotidiano de mi desmoronamiento, y me daba la fuerza justa para ejercer de marido y de padre frente al mundo exterior, aunque no la suficiente para quitarme de encima la asquerosa sensación de que aquello era raro, de que no estaba del todo bien, que me invadía cuando lo hacía.
Tocaba el piano después de haber dejado a Jack en la guardería, hacía una pausa entre una sesión de ensayo y otra para practicarme incisiones, lo recogía al final del día y pasábamos toda la tarde en plan familiar, haciendo lo que hacen las familias. Era una situación esquizofrénica y extraña y errada, pero no podía salir de ella.
Hay un nudo peculiar en mi interior que me impide disfrutar de las cosas que me gustan si no es a escondidas. Con la única excepción del tabaco, todo lo que me brinda placer me da vergüenza. Sexo: en secreto y con las luces apagadas. Piano: con los postigos echados, la puerta cerrada, nunca delante de otras personas si no han pagado una entrada. Drogas: solo y en una habitación mugrienta, sin que me molesten. Autolesiones: detrás de la puerta cerrada de un baño. Comer: normalmente de forma rápida y acelerada en la cocina, donde nadie me pueda espiar. Gastarme dinero en cosas bonitas: sin que lo sepa mi mujer, por Internet y sin dependientes, y que un cartero que me mira mal haga la entrega de forma anónima. Abrazar a mi hijo: en mitad de la noche mientras el mundo duerme, a solas en su cuarto, mientras su respiración me deja sordo.
La vida es temporal, peligrosa, hostil y agresiva. Yo actuaba en consecuencia."


Comentarios

Entradas populares de este blog

Hazte pajas positivas

Libreta. 4 de junio de 2023.

Querida Yo