Próxima parada...

Eris.

El viaje fue largo, demasiado para cualquier saco molecular que intente llegar de una sola pieza al otro lado del universo. Imagina la velocidad, imagina la inmensidad de esa masa oscura que te envuelve, densa  tus movimientos y te convierte a su merced en algo más suyo que cualquier otra cosa. Te hipodimensionas, y en fondo termina siendo agradable ser tan insignificante, sin que nada te pertenezca realmente y por tanto, sin que nada ciertamente te responsabilice.

El aterrizaje fue brutal. Eris me atrajo como si se tratase un trozo planetario más, como si de verdad tuviera que deshacer ese saco molecular y mezclarme con el polvo de la superficie y de algo más adentro, cerca del núcleo. No sé si me echaba de menos o era su forma de hacerme doler.

La reconstrucción ha sido otra historia. Han sido numerosos los intentos de recolocar cada átomo en su sitio, limpiar cuidadosamente cada recodo interno e intentar superar el jet lag. Meses de trabajo para tener grandes lagunas en mi memoria y empezar a poner en marcha la maquinaria. Aún así, tan sólo he tenido energías para mantenerme en horizontal y de cara al infinito. Siento vértigo y en continua carga. He descubierto un hilo conductor atado el dedo gordo del pie y hasta donde la vista me alcanza, llega, cómo no, a la superficie terrestre.
Espero que quien mantenga el otro extremo no se olvide de aguantarlo fuerte.

Dejarse caer para poderlo ver todo.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Hazte pajas positivas

Libreta. 4 de junio de 2023.

Querida Yo