Treintaiuno
- Las sillas de madera de los viejos autobuses, apoyando la cabeza en el cristal y susurrando una constante "A" que vibraba y me distraía durante el trayecto.
- Colocar los pies en la pared, hacia arriba, imaginando que era capaz de caminar por el techo de gotelé y ver el mundo al revés.
- Apoyar la cabeza en el regazo de mi madre cuando al salir del cole me cogía en brazos y "escucharla por dentro" mientras charlaba con otras madres.
- Colocarme el babi como una capa los viernes al salir de clase e ir acelerando por el camino para que cogiera soltura.
- Hablar con mi hermana a través de la boca de mi madre, creer que recordaba nuestras conversaciones el primer día que la vi.
- El olor a tabaco en la ropa de mi padre cuando me llevaba dormida en brazos a casa.
- Los bocadillos de nocilla a media tarde, viendo "Sailor Moon" o "Dragones y mazmorras", o cualquier serie que dieran en "La Banda del Sur" a esas horas.
- Aquel campamento en un pueblo de Granada, jugando, bailando, cantando como nunca más lo he vuelto a hacer.
- Mi primer verano en bicicleta, recorrer las calles de Porto Cristo como si pudiera quedarme allí para siempre.
- El olor del primer diario que llené con el nombre del primer chico que me gustó.
- Aquellas horribles mechas rojas que me planté en la cabeza aconsejada por mi madre.
- Mi primer "Te Quiero" dependiente.
- Aquel beso en la cabeza, en la segunda planta de la biblioteca de la Universidad, con prisas y disimulo. Mi cara después de recibirlo.
- Las declaraciones en las puertas, en los ascensores, el "ya no puedo más" y el primer beso temblando las piernas. El Fu.
- Mi primer trabajo, mis primeras cicatrices, la primera extraña que me quería conocer vendiendo palomitas.
- Mi nombre y el suyo en el muro de Berlín, nuestro vínculo desde el primer día de clase.
- La declaración más bonita del amigo que me abrió el mundo y cómo desaparecimos después.
- Las cosquillas al besarte bajo tu pecho izquierdo, y el calor al besarte bajo los ojos. Aquel abrazo llorando de feliz.
- El día que me rompí como jamás pensé que sería capaz de romperme.
- Aprender a bañarme con un cubo de agua y a iluminar con farolillos solares por las noches.
- Conocerte y que me hicieras conocer. Tus abrazos por las noches como si me fuera a escapar, tu darme todo sin esperar de mí. "Melocotón en almíbar". Las moras negras entre las muchas rojas. El regaliz, los tanzanitos y las tardes de contraste de verde y azul.
- El día que conocí a la persona más bonita de mi vida, ocupando 48 centímetros y enseñándome con cada uno de todos sus primeros. Y que me llame "tita", y que me digan que tiene gestos como los míos. Y necesitar babero y ya.
- Las noches en vela, el volverse loco, el tocar techo y el tocar fondo.
- El tranvía de Bosnia.
- El día que decidí que era hora de tomar decisiones y ser consecuente.
- Empezar a ser feliz por mí misma, mirarme al espejo y empezar a quererme con todo lo que supone y todo lo que conlleva. Mis muchos defectos. Aquí, ahora. Teniendo tantas ganas de todo. Pedir perdón y dar las gracias.
- Ergonomía y parsimonia. Respirar, actitud, tener ganas de.
- Las arrugas, los caramelos de café, el aprendizaje, la supervivencia. El pijama rosa y la demencia.
- Desarraigo. Trastorno adaptativo mixto ansioso-depresivo. Empoderamiento y resiliencia. Aceptar los cambios, las idas y las venidas. Aceptar los nuevos 20. Aceptar-me.
- La música, los festivales. Conducir un coche ajeno a las 5 de la mañana en una ciudad desconocida, con una lentilla malamente y con infinitas horas de sueño acumulado. Los amaneceres ansiosos anestesiados mirando salir el sol con un gran amigo valenciano.
- Empezar a proponer y empezar a cumplir, salir del cascarón. Las nuevas y bonitas personas. Las que ya no estaban y vuelven a estar. Las que siempre han estado y nunca había abrazado tanto. Las que vendrán. Lo que vendrá.
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